lunes, 25 de marzo de 2013

La única que me representa es la sororidad

Por: Nadia Rosso

Lesbianas. Lesbianas feministas. Feministas lesbianas. Anarcofeministas. Transfeministas. Tortilleras. Machorras. Lenchas. Lesbianas queer. Lesbicuir. Marimachas. Drags. Trans. Locas. Putas. Identidades. No-identidades. Diversas. Algo tengo claro: somos disidentes sexuales. Críticas del sistema heteronormativo, patriarcal, dicotómico, lesbofóbico, represivo.
¿Que cada una tiene distintos conceptos, que se aferra a distintas categorías y conocimientos previos? Claro. ¿Que cada una tiene distintas formas de interpretar las realidades? Por supuesto. ¿Que cada una tiene diferentes prácticas y maneras de subvertir el sistema? Afortunadamente. ¿Que eso significa que somos enemigas? Irrisorio. No puedo entender cómo una lesbiana feminista, consciente del sistema heteropatriarcal feminicida en el cual vivimos y de la lesbofobia presente en muchos discursos sobre diversidad sexual, pueda declarar que otra lesbiana es su enemiga. Otra lesbiana, que ha vivido la violencia patriarcal en carne propia, que enfrenta la lesbofobia en todos los rincones del planeta, que ha tenido un proceso de valiente aceptación y visibilización de su identidad como lesbiana, que ha afrontado las consecuencias de asumirse como tal públicamente, pueda lllegar a ser una enemiga.
Mucho menos entiendo cómo una mujer que asiste a la marcha lésbica, que posiciona su propia postura, su propia vivencia de la disidencia sexual, su propia visión de la experiencia lésbica, pueda ser violentada porque se comparten sus posturas políticas. Posturas que, además, no se ha tomado la molestia de escuchar y comprender.
No es posible que se violenten a otras lesbianas que ni siquiera conocen, que se han preocupado por entender y mirar como sujetas de sus propias posturas y vivencias, como sujetas humanas, compañeras y hermanas que merecen exactamente el mismo respeto, que tienen exactamente la misma dignidad, que merecen el mismo amor sororal que cualquier otra mujer que lucha por su libertad.
Si las feministas marxistas se pelean con las anarquistas, si las socialistas violentan a las transfeministas, si las queer desdeñan a las ecofeministas… entonces el patriarcado sigue ganando. Porque las posturas políticas ideológicas que le dan un cauce diferente a nuestros feminismos, hacen que nos separemos, nos odiemos, nos violentemos, nos desdeñemos, nos invisibilicemos entre nosotras, entonces la sororidad sigue siendo sólo una utopía. Esa sororidad que es lo único que puede hacernos contrarrestar la violencia patriarcal, al unir la energía, fuerza y el apoyo feminista que muchas anhelamos.
Ahora bien, con respecto de la denuncia de representatividad quiero decir sólo una cosa: cierto es que una u otra lesbiana - feminista socialista o transfeminista queer, no me importa-  no me representa. Dudo que represente a muchas. Me parece absurdo que algunas denuncien que otra no nos representa, y ellas mismas pretendan representarnos, a nosotras o al “movimiento lésbico feminista de México” que, lamento decirles, no es uno sólo. Así pues, ante tales incongruencias lo único que me dan ganas de gritar, a grito pelado, de manera políticamente incorrecta, y también sin ningún interés de representar a nadie es: No, ella no me representa. No, tampoco tú me representas. Nadie me representa. Yo me levanto todos los días con la consigna, combativa y lúdica, de representarme a mí misma, con mis errores, con mis contingencias, como me dé la gana.
Pero, independientemente de ello, tengo muy claro que aunque ninguna lesbiana feminista de cualquier adscripción política e ideología, me represente, tampoco es mi enemiga. Que aunque no esté de acuerdo con las formas de lucha de muchas de ellas, no son mis enemigas. Si están luchando, con sus errores y aciertos, contra la violencia patriarcal y lesbofóbica, en ningún contexto serán mis enemigas. Serán compañeras de lucha, caminando por senderos similares, caminando de formas distintas y a distintos ritmos, pero compañeras de sendero. Y aunque tampoco tengamos los mismos destinos o estemos caminando hacia distintos sitios, no creo que ponerles el pie o sacarlas del sendero beneficie a nadie, más que al patriarcado.
Y si algún día veo a mis compañeras como enemigas, o actúo con violencia hacia alguna de ellas, que Safo me ampare porque habré errado enormemente mi camino, porque la violencia patriarcal venció sobre la empatía y la sororidad.

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